Mi buen amigo el catedrático de lengua y cultura hebreas de la Universidad de Barcelona, José Ramón Magdalena Nomdedeu me envió hace unos días unos muy divertidos relatos con cierto carácter autobiográfico que nos retrotraen a nuestras juveniles andanzas en la ciudad de Castellón. A parte de que tienen una indiscutible calidad literaria, resultan entretenidos.

Precisamente los recuerdos comunes me llevan a evocar los excelentes estudios del profesor Magdalena, sobre la actividad de los judíos en tierras castellonenses en el medievo.

Históricamente hay documentada presencia, desde 1279, de un colectivo de hebreos, que con el tiempo se desarrollarían en una aljama de cerca de un centenar de habitantes con sus propios regidores, al frente de los que estaba el adelantado que tenía a su cargo menesteres de organización administrativos y jurídicos. Es especialmente interesante este puesto, de nombre castellano, cuyo paralelo hay que buscarlo en la administración islámica («almuqaddám»), depositario del poder ejecutivo de la colectividad mosaica. Para ser nombrado como tal, había que abonar los impuestos y, en ocasiones, se exigía al propuesto la posesión de un determinado patrimonio. Sus funciones eran variadas, y entre ellas figuraban el ejecutar las órdenes de la comunidad judía o aljama; las del «consell», ante quien era intermediario, representando a sus convecinos; intervenir en la elección de los cargos de los judíos; administrar la hacienda de la colectividad, si no había clavario; juzgar los delitos de acuerdo a sus propios preceptos, y otros menesteres.

*Cronista oficial de Castellón