Hermanos todos: es cierto que eso de que la Navidad debe ser feliz resulta muy complejo. Porque los hay a los que estos días les evoca tiempos de felicidad y nostalgia, y a otros todo lo contrario: un rechazo absoluto y que pasen cuanto antes.

Seas de los que seas espero que en estos días de fiestas te lo pases lo mejor que puedas.

Pero no es de eso de lo que te quiero hablar, sino de las transformaciones urbanísticas que se producen en estos días. Por ejemplo, cuando nuestras calles se llenan de luces led que son mucho más versátiles y permiten diseños más bonitos y ecológicos que hace solo 10 años, en que las bombillas consumían barbaridades. O los árboles de Navidad que han dejado de ser árboles para ser sustituidos por unos enormes conos de luces que sin duda reducen el impacto ambiental y alegran mucho más nuestras ciudades.

Indudablemente, este tipo de iluminación está ligado al urbanismo comercial, y eso produce una serie de disfunciones claras. Por ejemplo, ¿cuándo se deben instalar estas luces? y, sobre todo, ¿cuándo deben encenderse? Porque hay municipios que cada año adelantan más esta ceremonia. Y ello abre debates sobre su conveniencia de encenderlas en noviembre o en fechas más próximas a las fiestas.

Otra de las polémicas es la de la descentralización de la iluminación. Porque sin duda el comercio de barrio, alejado de las zonas típicamente comerciales y céntricas, reclama también ser tenido en cuenta en esta inversión pública que hacemos con el dinero de todos. En la periferia también es Navidad… aunque se note menos.

*Urbanista