Esta semana se ha celebrado la feria cerámica italiana. Muchas empresas castellonenses han acudido a Cersaie para mostrar sus novedades, su saber hacer y su empuje.

La industria cerámica castellonense ha pasado por mejores momentos, y también por peores, mucho peores, y siempre ha salido airosa de los envites de la economía global. Como vecino de Castellón me siento orgulloso de un sector que se bate el cobre, día sí y día también, por mantenerse a la cabeza de la producción y venta de pavimentos y revestimientos cerámicos. Por no hablar de los esmaltes y las piezas especiales.

Muchos gobiernos nacionales y autonómicos han pasado por Madrid y València, y todos se han dedicado a torpedear al sector. No recuerdo ningún gobierno que haya apoyado de verdad a las cerámicas castellonenses.

Las subidas constantes del precio del gas y de la electricidad han martilleado las sienes de los gerentes durante los últimos años. La falta de inversiones estratégicas, como los accesos ferroviarios a Port Castelló, el corredor mediterráneo, o la finalización de la autovía de Borriol a Tarragona, son buenos ejemplos de ello.

Aún así, Porcelanosa, Pamesa, Saloni, Aparici, Cicogres, Vives, El barco, Argenta y muchas más siguen luchando. Manteniendo el empleo. Creando riqueza. ¡Olé por ellas!

El día en que un ministro de Industria anteponga los intereses del sector cerámico a los de las grandes empresas energéticas, las cerámicas castellonenses se saldrán del mercado. Romperán su techo.

*Escritor