Todos mentimos alguna vez, está en la esencia humana y en la vida diaria. Aunque yo siempre he pensado que con la verdad se va a todas partes. Las mentiras pueden ser de muchos tipos, mentirijillas, mentiras piadosas, sistemáticas, sociales, maliciosas, manipuladoras, hirientes, etc.

La peor es la que supone un engaño no solo a los demás, sino también a uno mismo. La que empieza, va creciendo y convierte la vida toda de una persona en una gran mentira. Supone que todas sus acciones, pensamientos y creencias giren en torno a una realidad ficticia que existe en su cerebro, llegando en ocasiones a la patología. Trastornando personalidades, que antes eran normales y auténticas, en mentirosas sistemáticas. Dañinos para su entorno y para sí mismos, con altas dosis de ansiedad, por si te pillan en un renuncio. A favor tienen la credibilidad de la que en principio gozan con sus interlocutores, que confían totalmente en ellas, porque no son conscientes de su traición. En contra su malicia. Cambiar ese comportamiento es muy difícil, porque el mentiroso siempre busca una justificación para sus actos. Según él la culpa la tienen los demás, a los que por supuesto, no cree porque como el miente cree que todos hacen los mismo que es lo normal y que la verdad, el honor, la fidelidad o la autenticidad no significan nada. Ya decía mi abuela que el que no se fía no es de fiar, suele faltarle la empatía y dominarle el egoísmo. Y aunque muchos puedan ayudarle a que se transforme, nadie lo puede lograr, salvo la voluntad de la persona, que tiene que decidir empezar a decir la verdad.

*Notario