La decisión de la concejala de Fiestas, Sara Usó, de limitar el horario de las rondas de mayo por la Fiesta de la Rosa me ha dejado muerta, oigan. Esas serenatas se llevan celebrando desde hace casi un siglo en nuestra ciudad. Y su mayor singularidad es que arrancan a medianoche y terminan al alba. Desconozco la razón que ha llevado a Sara Usó a tomar esta decisión. Ella sostiene que la ordenanza de ruido dice que bla, bla, bla… Parloteo barato. Todo eso suena a censura política. A aberración cultural. A desconocimiento de la idiosincrasia de la ciudad. A meninfotisme artístico. A me la pela todo. En definitiva, a falta de cariño por la fiestas y tradiciones locales. Así pues me pregunto… ¿Es de recibo que el concejal de Fiestas de una localidad sienta tal desprecio hacia aquello que debe regir, cuidar, mimar y proteger?

Recuerdo con mucho cariño cuando el grupo Cuerdas y Voces, con el genial Manolo Portolés al frente y mi difunto hermano Julián haciendo de bongoman, venían a cantar bajo el balcón de mi madre. Siempre lo hacían pasadas las tres de la mañana. Y sus melodías encandilaban a todo el barrio.

Que alguien tan joven como Sara Usó no respete esta tradición centenaria me causa una gran tristeza. Cuando no rabia. Por ello la insto, como tantos y tantos vecinos de esta ciudad, a recapacitar. H