Nuria Guillamón tiene 50 años y aunque estudió para ser profesora de Primaria se dedicaba a ser comercial de manera autónoma. La enfermedad le pilló por sorpresa y, de hoy para mañana, estuvo 21 días hospitalizada y se tuvo que dejar su profesión porque su afección no le permitía llevar una vida normal. Este octubre hará tres años que está en casa dializándose y aclaró que está «muy contenta de la autonomía que tengo». Lo agradece hasta para comer, ya que puede ser ella su propia enfermera y marcarse los tiempos de diálisis. Además, estaba «cansada» de depender de la ambulancia para llevarle al hospital, porque «como vivo en el barrio de Benadressa me recogían la primera y estaba una hora en la ambulancia», argumentó. Al centro iba tres días a la semana y tres horas. En cambio, en casa, realiza la hemodiálisis seis días durante dos horas y media. «En el centro te aprietan más porque son pocos días», manifestó Guillamón, quien está feliz por la oportunidad.

Ciprian Teodorescu fue trasplantado de riñón a sus 25 años. El órgano le falló nueve años después y ahora lleva un año realizándose la diálisis en casa. Una vez el nuevo riñón le empezó a fallar fue al hospital y le presentaron la hemodiálisis domiciliaria. Al centro médico iba todos los días durante cuatro horas y media, en cambio, en su vivienda se la realiza durante dos horas y media. «En casa gano más en salud», expresó Teodorescu. El entrevistado estuvo un tiempo trabajando pero cuando empezó a sufrir la enfermerdad tuvo que dejárselo porque «los horarios del hospital son muy poco permisivos con la vida laboral», explicó. Sin embargo, ahora, que lleva casi un año con este nuevo horario, su vida es «normal y es todo más fácil» y podría encontrar un trabajo que le permitiera compaginárselo. En la actualidad, está en la lista de espera para otro trasplante y no pierde la esperanza de que en un futuro, lo más cercano posible, ya no sea necesario el uso de la máquina.

Eugenia Reula, con 65 años, es doble trasplantada de riñón e hígado. De profesión enfermera, estuvo dos años dializándose en su casa. A día de hoy se encuentra «perfectamente» y se enfrenta a la vida con una energía revitalizante. Un año de su vida se lo pasó yendo al hospital durante tres días a la semana y toda la mañana. Esta situación le resultó muy desagradable porque, según afirmó, «allí me sentía enferma y me trataban como a un número más». En cambio, su vida dio un giro de 360º cuando le ofrecieron realizar la diálisis en su vivienda. Pasó de perder la mañana en el hospital a efectuar el tratamiento un día más en casa pero en menor tiempo. «Tenía una autonomía y un autrocontrol increíble», explicó la entrevistada con alegría, ya que fueron sus últimos años hasta la operación. En ningún momento le quitó importancia a la dolencia que le acompañó durante esos tres años, pero expresó que «con positividad todo se supera» y que «la actitud es el 50% de la enfermedad».