Me quedo sorprendido al leer la noticia de que se condena a dos años de prisión al capitán del Prestige. ¡Pero si ya hace 15 ó 16 años del naufragio de aquel barco en Galicia! Ahora parece que se ha llegado a una conclusión: el capitán del barco, dice la justicia, decidió hacer la travesía cuando era previsible que se encontrara con unas condiciones meteorológicas muy adversas. Y la embarcación llevaba una gran cantidad de fueloil. Se llegaron a derramar miles de toneladas en el mar, y el desastre se hizo famoso con el nombre de chapapote, aquel líquido denso y negruzco que se apoderó de la costa gallega.

Yo vi ese chapapote casi rozando mis pies cuando, en un viaje a pie por Galicia, llegué a la costa, camino de Camariñas. Ver cómo las olas negras se infiltraban entre las rocas, cuando iban y venían, era un espectáculo que no he olvidado.

¿Cuánto tiempo ha pasado de todo aquello? Lo he recordado ahora, cuando todavía se está discutiendo. El Tribunal Supremo “abre la puerta” -todavía un trámite más- para que se tenga en “consideración” la responsabilidad civil directa de la aseguradora y de la nave.

Me hago cargo de que no se puede ir deprisa cuando el responsable civil no es una sola aseguradora, sino The London Steamship Owners Mutual Insurance Association y la subsidiaria Mare Shipping Inc... Entre otras deficiencias, el Prestige llevaba un exceso de peso.

A veces, parece que la Administración de justicia naufraga, o al menos encalla, en el pedregal de las responsabilidades.

Chapapote ya es sinónimo de inconsciencia y caos. H