El pasado fin de semana me desplacé a Xàbia para intervenir en el homenaje a Soler Blasco, que el ayuntamiento (cuya vara de alcalde empuñó en la transición democrática) le había preparado y que consistió en una exposición antológica de su pintura y la presentación de un bien editado catálogo, en el que se recogían aspectos de su biografía y de su obra, y en el que la organización de los actos conmemorativos me invitó a intervenir, aportando unos textos.

Fue muy satisfactorio participar en estos actos por cuanto supuso rememorar vivencias de amistad con el homenajeado, con sus hijas y sus amigos y reencontrarme con una amplia representación de su obra. Cuando se llega a la edad de este cronista, la nostalgia emocionada supone un especial alimento psíquico que nutre el sentimiento, atiborrándolo de emotivas proteínas afectuosas.

El pintor tuvo una enorme vinculación con Castellón, donde transcurrió gran parte de su vida, hasta el extremo que él se consideraba castellonense. Item más: fue el definidor de un genuino estilo plástico de pintura festivo-magdalenera que fue referencial hace medio siglo y un destacado impulsor de la cultura histórico artística.

Nuestra capital puede, y creo que debe, dentro de tres años en que se cumple el centenario de su nacimiento, recuperar la memoria de este artista, que, además de sus reseñadas actividades locales, tuvo una proyección nacional e internacional por su labor expositora, al par de haber realizado obras murales en iglesias y centros oficiales, en numerosos puntos de la geografía española.

*Cronista oficial de Castellón