El otro día me pasaron un whatssapp con el vídeo incluido de una clase de un profesor norteamericano, que puso en la mesa un frasco vacío y lo colmó con pelotas de golf y a renglón seguido preguntó a sus discípulos: ¿Está lleno? Sí, contestaron al unísono. El enseñante sonrió y echó en el interior de la vasija pequeños guijos, hasta enrasar el borde, preguntando de inmediato. Y ahora ¿está lleno? ¡Sí! volvieron a repetir sus oyentes con mayor énfasis.

EL PEDAGOGO volvió a sonreír y vertió en el recipiente una porción de fina arena que completó su capacidad, requiriendo de nuevo, y ahora ¿está lleno?, con cierta duda, sus alumnos contestaron un sí no poco condicional.

Aún quedaba una prueba y el preceptor la realizó, destapando un botellín de cerveza y vertiendo un buen chorro en el tarro. Al punto vino la moraleja: El frasco simboliza la vida; las bolas, por su tamaño, los asuntos primordiales: la salud, el amor, la familia, el trabajo…, pero si lo llenamos de grava de menor grosor: el coche, la riqueza, la casa… o de mucho menos: la vanidad, la avaricia, la holganza, los pasatiempos..., al final no habrá espacio para las cuestiones realmente importantes las que, de verdad, merecen la pena.

LOS ALUMNOS entendieron la lección; pero uno particularmente socarrón le dijo: profesor ¿y la cerveza? Me alegro de que lo preguntes, fue la respuesta, es que…. siempre ha de haber un momento para tomar una cerveza con los buenos amigos.

*Cronista oficial de Castellón