En Nochevieja solemos brindar por un mundo mejor, un mundo más justo para nosotros y también para todos los demás. La Navidad es el mercado de la felicidad, la paz y el amor. Tanta inocencia abruma. La palabra inocente tiene dos significados. Por una parte, nos referimos a aquellas personas que por su edad o capacidad no son responsables de lo que dicen o lo que hacen, por lo que están libres de maldad o culpa.

Pero, por otra, también se utiliza para nombrar a quienes son ingenuos, cándidos e incautos, fáciles de manipular y engañar. Cuando usamos esta palabra en política, nos referimos al segundo sentido, puesto que hablamos de personas responsables. Quienes se quedaron en sus casas sin ir a votar en las últimas elecciones andaluzas, confiaron en exceso en que todo seguiría igual, muchos debido a unas encuestas que, de tan cocinadas, se les pasó no el arroz pero sí la realidad. Ahora se arrepienten. Y aún no han comenzado. Que pregunten en Hungría.

EL REVERSO de la justicia es la responsabilidad. Que se cumpla el deseo formulado no depende de la naturaleza, ni de la suerte, está en nuestras manos. Votar es el primer paso en una democracia, no el último. Los políticos tienen su responsabilidad, porque pueden y deben tomar decisiones que a todos obligan. Pero también tenemos poder desde la familia, la universidad o la empresa; como educadores, trabajadores, directivos o consumidores. Unos y otros tenemos mucho que ver con una situación que cada vez más se parece a la Europa de hace cien años. Haríamos bien en preocuparnos y prepararnos para que no se repita la historia.

*Catedrático de Ética