Mucha gente piensa que la ética, hacer las cosas bien o mal, se dice solo de las personas y de su conducta. Pero si nos paramos a pensar, vemos que también valoramos moralmente a las instituciones y organizaciones. Decimos que es inmoral, no solo ilegal, que tal empresa pague a tal partido para conseguir adjudicaciones, al igual que decimos que tal partido ha actuado mal si ha financiado sus campañas con las comisiones correspondientes. Según Transparencia Internacional los partidos políticos y las empresas son percibidos como los sectores más corruptos en España.

Estos días asistimos a un desfile de políticos y empresarios acusados de corrupción. Todo un espectáculo que provoca indignación y vergüenza ajena. El daño realizado a nuestra Comunitat no se mide solo en millones de euros. Las consecuencias de este latrocinio han llevado a la desmoralización de una sociedad que ha dejado de creer en sus políticos, que ve preocupada la piratería existente entre sus empresarios. Ha mermado la legitimidad, la credibilidad que nos merecían. Recuperar la confianza va a ser muy difícil.

No son solo las personas, son las organizaciones las que están podridas, con unas reglas que potencian las malas prácticas. La corrupción deriva de la falta de poder para vigilar y controlar, para impedir que los sinvergüenzas campen a sus anchas. ¿No tenían más remedio estos empresarios que pagar la mordida o cerrar sus empresas? Yo creo que no. Mejor les hubiera ido, y a todos, si se hubieran unido y apoyado en sus patronales para no pagar, para negarse al chantaje. ¡Ay, la codicia!

*Catedrático de Ética