Conozco a Domingo, el dependiente de la farmacia Fabregat de la calle San Félix, desde hace unos quince años. Él ya atendía el mostrador del establecimiento cuando el Ayuntamiento de Castellón decidió realizar una obra de gran envergadura en la esquina de la plaza Clavé. Yo representaba a la empresa contratista, y mi trabajo consistía en atender las reivindicaciones vecinales ante una obra que iba a provocar evidentes molestias entre residentes y comerciantes.

DURANTE aquel trabajo me encontré con todo tipo de gente. Desde honrados ciudadanos con exigencias lógicas hasta algún que otro listillo que pretendía aprovechar la ocasión para obtener beneficios personales. De todo hay en la viña del señor, dicen.

Tengo que decir que tanto Domingo como Juan, el propietario de la farmacia, en todo momento se mostraron dialogantes y empáticos conmigo, con la empresa constructora y con los representantes municipales, aunque no por ello dóciles o complacientes. Su dureza negociadora, unida siempre a la defensa del bien común, junto a otros vecinos como Miguel el abogado, les valió el respeto de todas las partes implicadas en ese proyecto.

DOMINGO es un buen hombre. Un gran trabajador y mejor persona. Y se merece que le vaya bien en la vida que ahora empieza tras la jubilación. En los últimos años visité la farmacia en alguna que otra ocasión y constaté que su sonrisa, amable y sincera, seguía iluminando la calle San Félix.

*Escritor