Hay quien lo llamará casualidad, pero la vecina de la Vilavella que ha protagonizado esta historia cree que fue un milagro, por el hallazgo y cuándo se produjo. El día de la Milagrosa (27 de noviembre), Pilar Vicent Caballer encontró en el fondo de un barranco las piezas de un panel cerámico donde se representa la imagen precisamente de esta misma Virgen, y los cabos de un relato de lo más simbólico se unieron.

Pilar paseaba con su perro como tantas veces antes por la partida de Serrada cuando, sin que pueda concretar una motivación racional, dirigió la mirada al fondo de un barranco donde se acumulaban algunos residuos. Entre ellos, vio «la cara de la Virgen». Fue costoso descender para averiguar de lo que se trataba, aunque tenía una ligera sospecha porque, entre otras cosas, su hermano es el actual director del Museu d’Història de la Vilavella. Tras hacerse con una escalera, salvó el desnivel y pudo comprobar que estaba ante las piezas de un panel cerámico declarado bien de relevancia local --como tantos otros en el municipio--, ilustrado por Gallart --conocido artista de Castelló--, en el año 1928, e instalado en su día en la fachada de una casa del pueblo.

Ocho de las 15 piezas que lo componen estaban enteras --una suerte si se tiene en cuenta dónde y cómo las tiraron--, el resto, aunque deterioradas, permitieron recomponer el puzle.

Este, según el director del Museu, Joan Vicent, es un panel singular, por su ejecución, «por cómo predominan los azules y porque está datado», a diferencia de lo que sucede con otros muchos que se reparten por casas y calles de la Vilavella. Ahora, resguardado y a buen recaudo, espera a que alguien en el consistorio apueste por su restauración y adecuada conservación.

Dice Vicent que en la población habrá una treintena de paneles iguales o parecidos de antes de la guerra civil y de advocaciones diversas, todos protegidos por Patrimonio como bien de relevancia local, una consideración que se amplia a los realizados en la postguerra. De entre todos, los más interesantes son dos retablos de Sant Pere y Sant Josep de inicios del siglo XIX, de más o menos 1,75 metros, que «son de los mejores de la provincia», asegura. Prácticamente en su totalidad están en fachadas o interiores de edificios privados, por lo que se hace imprescindible, visto lo visto, crear conciencia para que unas obras o cualquier reforma no sean motivo para deshacerse de expresiones artísticas de tanto valor histórico.

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