Nuestra provincia tiene el dudoso honor de formar parte de una de las zonas de menor densidad poblacional por metro cuadrado de toda Europa. Con una densidad similar a la de las heladas tierras de Laponia, al norte de Finlandia, Suecia y Noruega.

En esta Laponia del sur, en la que, en lugar de nieves perpetuas y renos, tenemos magníficos parajes llenos de carrascas, pinos y alcornoques, existen algunas concentraciones de población en las que, en lugar de haber iglús, existen pueblos pintorescos. En estos pueblos, que son realmente reductos, los lapones del sur tienen una edad media entre los 65 y los 90 años. Los jóvenes han tenido que irse a trabajar fuera y solo suben a su iglú en vacaciones y fiestas de guardar.

En estos lugares los hijos y los nietos han tenido que empadronarse en los pueblos para que estos no se mueran y desaparezcan. Pueblos fantasma sin una sola alma. Llenos de recuerdos. Somos unos auténticos inútiles, incapaces de aprovechar lo que la naturaleza nos ha dado para rentabilizarlo. Solo cuidándola ya se generarían suficientes recursos para poder repoblar esos pueblos de interior de una forma sostenible.

Pero necesitan unas carreteras decentes y un transporte público (deficitario, pero suficientemente frecuente). En definitiva, necesitan la inversión que se les prometió cuando se les incluyo dentro de Parques Naturales y se les aprobó un Programa de Ordenación de los Recursos Naturales desde finales del siglo pasado hasta hoy. Si no hace nada la administración, Laponia del sur pasará a ser el Sáhara del norte.

*Abogado. Urbanista