Los sentimientos nos muestran la moralidad de lo que hacemos o padecemos. Disgusto, impotencia e indignación, son compartidos por aquellos pacientes de la sanidad pública que esperan meses y meses a que les toque el turno para entrar en quirófano. Es duro, después de estar más de treinta años cotizando, andar cojeando y con dolor al trabajo porque las listas de espera para una operación de cadera se eternizan. Hace falta paciencia para aguantar tanta injusticia, más aún cuando vemos cómo gestionan nuestro dinero aquellos que nunca se verán en esta situación.

Nuestro anterior gobierno solucionó el problema ocultando las listas de espera. Ahora se publican de nuevo, con la “buena noticia” de que se han reducido en cinco días. Esta breve diferencia es el resultado, nos dicen, de medidas como abrir los quirófanos por la tarde en algunos centros. Ante lo cual no podemos dejar de preguntarnos: ¿Por qué no lo hacían antes? ¿Por qué no lo hacen en todos los hospitales? ¿Dónde están los médicos por las tardes? ¿No existen los turnos? Si hacen falta más profesionales sanitarios, muévanse los políticos para lograr el dinero. Si es cuestión de ética profesional, por favor háganselo mirar.

¡Qué fríos son los datos y cuánto sufrimiento esconden! En nuestra mal llamada comunidad existen 61.000 pacientes en lista de espera. Solo en traumatología 18.000. La media es de 120 días de espera, pero hay gente que espera “más”. No sabemos cuánto más, ya no hay cifras.

¿Es la sanidad igual para todos? Si tienen ya la respuesta, o bien no se pongan enfermos o bien piensen, cuando vayan a votar, quién nos ha dejado esta herencia. H