Es un derecho consagrado por la Constitución y una forma legítima de mostrar las ideas de cada cual. He participado en pocas; no soy amigo de muchedumbres. Pero hay veces que, con arreglo a los criterios de cada cual, no se puede dejar de asistir: contra el terrorismo, cuando mataron a Miguel Ángel Blanco; la del agua para todos, y la de Barcelona por la unidad de España. En tantos años, son pocas. Pero hay otros más amigos de mostrar tus opiniones, o que les gusta salir y gritar las consignas de rigor. Es respetable, siempre que no se dediquen a la guerrilla urbana o a destrozar bienes de todos. Considerando que bloquean el centro de las ciudades y perturban tu quehacer diario y a veces no reúnen más de una veintena de incondicionales, se debería ser un poco más selectivo a la hora de autorizarlas o hacer un manifestódromo. Las hay para todos los gustos y algunas son chocantes cuando no hilarantes. La del orgullo pelirrojo porque les hacen bullying. Protesta por la construcción de viviendas. En defensa de las moscas y mosquitos porque su exterminio altera el ecosistema. En contra del jamón porque es cerdo muerto (inaceptable). A favor de la imposición obligatoria de la bicicleta. El colmo es la convocatoria para «la absurda y espontánea manifestación». Hay otras más discutibles como las que se organizan en contra de determinadas políticas..., y van los miembros del gobierno que las ejerce. Demasiada gente con pocas cosas que hacer.

*Notario