Llega el buen tiempo. Se acercan las vacaciones de Pascua. Y como cada temporada, cientos de manteros invadirán nuestros paseos marítimos. Todos sabemos que quienes trabajan en esto, malviven. Apenas sacan al día unos pocos euros con los que subsistir en el filo de la indigencia. Somos muchos los que sentimos una gran tristeza al verlos. Se nos parte el corazón. He tenido ocasión de hablar con alguno de ellos y les aseguro, queridos lectores, que sus peripecias vitales reblandecerían hasta el más duro de los corazones.

Pero no es menos cierto que tras ellos se esconden mafias organizadas que obtienen cientos de millones de beneficios sin respetar a nadie. Mafias de repugnante aliento que maltratan los derechos de las marcas que falsifican y trastabillan las ventas de los tenderos que dependen de la corta temporada veraniega para cuadrar los números. Además, cuando se sienten presionados, lanzan a su gente contra los policías locales que intentan mantener cierto orden en las playas como si de las hordas de Atila se tratara.

Por eso, desde esta columna, quiero solidarizarme con las poblaciones turísticas de la provincia. Especialmente con las que ya han vivido incidentes graves. El fenómeno del top manta debe ser erradicado. Y las administraciones con capacidad para ello deben ayudar a los municipios. La Policía Local, sin ayuda, no podrá hacer gran cosa.

*Escritor