Hablaba la semana pasada del significado de dar la tabarra. Pues bien, un sinónimo no menos rimbombante de la expresión es el de dar la matraca, palabra ésta heredada del árabe mitraqh que significa martillo.

Matraca, aunque tiene una sola erre, al ir hermanada a otra consonante también sonora como la te, posee por la reduplicación de la vibración, la fuerza de una erre fuerte. Este artilugio (también denominado carraca) es un aparato formado por una rueda de tablas en forma de aspa que, al girar, son golpeadas por pequeños mazos produciendo un ruido seco, pelmazo y desabrido.

En el campanar de Castelló, como sucede en otras torres y catedrales de muchos lugares del mundo, tenemos uno de estos artefactos, de envergadura Tombatossals, en la cámara de las campanas que hoy está en desuso, por más que podría funcionar perfectamente porque el mismo se restauró no hace dos décadas.

LA FUNCIÓN de esta matraca era la de sustituir a las campanas en la Semana Santa, desde los oficios del Jueves Santo hasta la misa de gloria del Sábado, que el papa Pío XII trasladó a la media noche, haciendo que la liturgia de la Resurrección se celebrase ya en domingo. Todo callaba en la tarde del Jueves Santo y todo el día del Viernes y en ese silencio sepulcral (nunca mejor dicho) de ominoso recogimiento, la matraca del Fadrí daba las horas, o algún aviso de necesario conocimiento para los vecinos.

Tiempos de reverencial silencio en los que el imperio de la Iglesia se palpaba en el inexorable y apocalíptico respeto comunitario a sus preceptos ceremoniales.

*Cronista oficial de Castelló