El primer domingo de mayo, la corporación municipal, bajo mazas, asistió a la procesión de la Mare de Déu del Lledó. Mucha gente, cuando los terceros sábados del mes, tengo la satisfacción de poder enseñar a mis paisanos las dependencias del palacio municipal (que en este 2016 cumple tres siglos) se admira de los excelentes cetros de plata que, como muestra de autoridad, portean los llamados y preguntan por el significado y antigüedad de estas piezas de orfebrería.

Al respecto cabrá decir que una de las prerrogativas concedidas a Castellón por Felipe III, fue la asignación de dos alguaciles a la villa en lugar del único de que, nominalmente, disponía. Ello explicaría la confección, en 1594, de las renacientes mazas de plata, encargadas por el ayuntamiento, al orfebre Francesc Eva, autor también de la plateresca cruz procesional de Santa María. Estos cetros, rematados en dos cuerpos con balaustres, eran portados por los verguers (corchetes ataviados con gramallas) y que, como símbolo de autoridad, solemnizan, todavía hoy, la presencia de la corporación municipal en actos institucionales. Las gramallas o sedosos jubones carmesí, con que los maceros se atavían, provienen del imperio romano y suponían un referente de autoridad que vestían los senadores en actos solemnes. De aquí pasaron en el medievo a constituir el atavío de los reyes de armas y ya en el siglo XVI el de los alguaciles. H