Fueron muchos los llamados pero pocos los elegidos para regir el destino del PP en lo universal. Se presentaron seis candidatos, como seis morlacos negros, zaínos o bragados dispuestos a embestir el capote de las primarias. Pero solo dos tenían el apoyo real de parte de la militancia. Pablo Casado y Soraya Sáenz, Soraya Sáenz y Pablo Casado. Los otros cuatro no han sido más que actores de reparto de una ópera bufa. Títeres sin alma y sin un objetivo claro. Y ahora, cuando la cruda realidad se muestra como el sangrante filete de buey que se arroja sobre la parrilla para que se cocine en su propia grasa, el ridículo se hace patente. Cospedal no es querida, Margallo apenas es tenido en cuenta, y los dos charlatanes de cuyo nombre no quiero acordarme apenas si han alcanzado una docena de tristes votos.

Porque el PP es como es. Su militancia aborrece estos procesos pseudoparticipativos inventados, aunque apenas respetados, por un PSOE en horas bajas que primero condujo a la oposición a Almunia y después al Gobierno de la nación al inefable Zapatero.

Casado y Sáenz, Sáenz y Casado. ¿Caerán a tiempo en la cuenta de que un mal arreglo es mejor que un buen pleito o conducirán al partido a un congreso cainita con vencedores y vencidos? Solo el tiempo sabe la respuesta. Juntos suman. Separados... ¿restan?

*Escritor