Aunque algunos colectivos agnósticos pretenden sustituir la Navidad por la celebración del solsticio de invierno (en su derecho están), lo cierto es que el día del nacimiento de Jesús, (fecha que da inicio a nuestro calendario, con todas las imprecisiones historicistas que se quiera) es enormemente popular en las áreas del planeta que pertenecen a lo que el historiador Toynbee llamó civilización cristiana occidental. Y lo es con un sentimiento entrañable de fraternidad, ilusión, afecto y alegría, del cual se aprovechan, y no poco, los comercios.

Por lo que hace a Castelló, el primer documento conservado en nuestro archivo municipal que hace referencia a la celebración de la Navidad es de 1374, año en que nuestras tierras se ven castigadas por el terrible azote de la peste negra, como lo prueba el hecho de que el año siguiente se celebra la primera romería documentada al Castell Vell, como procesión penitencial para impetrar de Dios el fin de la espantosa pandemia. La terrible mortandad que el mal infligió a la naciente villa obligó al consistorio a habilitar recursos para los más necesitados, manifiestos en el reparto de pan, lo cual continuó hasta las renovadas fiestas de la Magdalena de 1945, con el conocido como acto de caridad. Al margen de estas determinaciones de memoria infausta, la Navidad se celebraba aquí con la natural alegría que ha perdurado desde 221, en que la estableció Sexto Julio Africano en su Chronographiai, hasta hoy.

Desde esta tribuna de historias, tradiciones y otros pelendengues, mis mejores deseos de paz, salud y felicidad.

*Cronista oficial de Castelló