Si me preguntaran qué es la ética les diría que consiste en respetar, en tratar a todos por igual. Actuar moralmente es actuar, nos dice Kant, considerando a los demás como fines y no como medios, nunca como instrumentos para nuestro propio provecho. El hombre es el único ser, repite este filósofo, que tiene dignidad y no precio.

Les recuerdo estos conceptos porque leí el otro día un artículo sobre la ética en la atención sanitaria. Quien lo escribe lleva el nombre de una de las cinco multinacionales que acaparan el negocio de la salud en España. Estas empresas están haciendo su agosto con el déficit de la salud pública. Cuanto más recorta la pública, por falta de presupuesto y, también por mala gestión, más gana la privada, vía conciertos y convenios con los gobiernos. Solo en el 2017 más de 1.500 millones en beneficios.

En este contexto, este caballero no tuvo pudor ni vergüenza en afirmar que la sanidad privada sí que es ética, porque atiende en el acto a los pacientes, mientras que la sanidad pública es solo mala política, porque soporta largas listas de espera. Su apuesta es que sea la iniciativa privada quien gestione la sanidad para que la asistencia sea justa y correcta. ¿No les mosquea esta argumentación? ¿No encuentran nada a faltar? Olvida que la sanidad privada es para quien pueda pagarla, mientras que la pública se basa en la solidaridad e incluye a todos los ciudadanos, con o sin dinero, porque la costeamos con nuestros impuestos.

La sanidad no es un negocio, es un derecho, que, por supuesto, hay que saber gestionar.

*Catedrático de Ética