Hoy es un buen día para hablar de los sentimientos hacia los que ya no están. Los sentimientos morales nos hablan desde el corazón y nos motivan a actuar, nos permiten apreciar que nada somos sin nuestra relación con los demás, considerando incluso a los no presentes, a quienes nos han dado la vida y nos han enseñado a vivirla. También a ellos les debemos un reconocimiento, pero no solo en un momento puntual, sino en el día a día, hablando de ellos, recordando lo pasado juntos, su ayuda, sus consejos, su cariño. Reviviéndolos.

El individualismo egoísta que domina nuestra cultura nos exige muchas veces que ignoremos a quienes han sido parte de nosotros y ya no nos pueden acompañar. Sin embargo, dejar fuera de nuestra vida a quienes nos han permitido ser, nos deja sin fuerza y sin rumbo para mantener y mejorar lo que somos. Un reconocimiento que se extiende a todos los que han muerto para que nosotros vivamos, reposen en cementerios o en cunetas. Canta Atahualpa Yupanqui en su famosa milonga Hermanos: «Y así seguimos andando curtidos de soledad y en nosotros nuestros muertos para que nadie quede atrás». El vínculo que nos une como personas está trenzado con el recuerdo de aquellos que han sido con nosotros. Olvidarlos es olvidarnos.

El diccionario recoge con frialdad el significado del verbo recordar: pasar a tener en la mente algo del pasado. Pero la etimología de la palabra es mucho más cariñosa y cercana: traer de nuevo, volver a pasar por el corazón. Ese es el lugar donde siguen viviendo los que ya no están.

*Catedrático de Ética