El pasado miércoles visité Liber 2018, la feria de referencia nacional para el sector del libro que se celebra estos días en Barcelona.

Me sorprendieron mucho los stands de Barcelona y Madrid, con una cuidada decoración, paneles informativos, puestos de trabajo para los editores y una organización más que notable. Vi a editores sentados con distribuidores, especialmente hispanoamericanos, vendiendo libros, cerrando acuerdos, firmando contratos, etc. Madrid y Barcelona echaron el resto para que sus editoriales pudieran trabajar y generar riqueza. Todo un ejemplo de colaboración público privada.

También me gustó el despliegue realizado por diferentes editoriales nacionales. Con expositores de diseño propio para mostrar sus novedades.

¿Qué es lo que no me gustó? ¿Qué es lo que me pareció una nueva oportunidad perdida? Pues se lo pueden imaginar, queridos lectores, el triste stand de la Comunitat Valenciana. Desdibujado, vacío, sin apenas contenido, sin diseño ni actividades notables, sin entusiasmo y sin pretensiones.

Apenas una docena de editoriales mostraban en tristes baldas parte de sus catálogos, la mayoría de los cuales eran de libro infantil en valenciano, participando de aquel triste espectáculo más por cumplir el expediente que otra cosa. Para más inri me confirmaron algunas editoriales castellonenses que ni siquiera habían sido invitadas al evento.

En fin, un nuevo desatino de quien tan mal dirige la Consejería de Educación y Cultura. Un nuevo ridículo de nuestros gobernantes del Cap i casal.

*Escritor