No es vanagloria, líbreme Dios, es emoción pura y destilada elevada a la cuadragésima potencia, la que experimenté el pasado sábado en la galanía de la reina de las fiestas de la Magdalena al interpretar el Rotllo i canya que hacía 70 años estrenaron en su versión cantada en Radio Castellón, su autor, Pepe García al piano, su hijo Alejandro, al acordeón y los coros de la Sección femenina, con mi padre de solista. En mi despacho se conserva enmarcada la partitura manuscrita original, como una reliquia de afecto a la música y a su autor.

La salida al escenario del Palau de la Festa con las imágenes proyectadas en el telón de fondo de Pepe García, Sánchez Gozalbo y mi padre, condicionaron dos sensaciones contrapuestas en mi interior: de una parte un, casi, enajenado ataque de nervios y de otra un éxtasis incontenible. Las voces del grupo Jacaranda, la orquesta del maestro Juanjo Carratalá y el piano de Alejandro García, fueron el mágico soporte que me provocó una subida de adrenalina, que aún aumentó al concluir la interpretación al ver a la totalidad del público puesta en pie aplaudiendo con exaltación. Sin duda se aplaudía a la música, a un hito de la tradición castellonera hecha pasodoble. Yo sentí las ovaciones como un homenaje entrañable a mis recuerdos. H