Para vestir el traje de luces hay que pasar por muchas sombras. Bien lo saben Paco Ramos y Abel Valls, los dos diestros castellonenses con más antigüedad del momento que todavía siguen en activo persiguiendo la quimera de ser figuras del toreo. No desisten en su intento. Sus vidas, al servicio de una pasión. Vivir por y para el toro, aunque todavía no puedan vivir del toro. Cada uno por su camino siguen esperando ese tren al que subirse.

«A pesar de los años, sigo manteniendo la ilusión de verme anunciado en mi tierra, Castellón. Todavía mis paisanos no han visto el momento en el que me encuentro y sé que es la única plaza que puede cambiar mi vida», asegura Paco Ramos. Con 13 años de alternativa, el torero de Onda ha encontrado desde hace siete el mejor refugio de sus sueños, Perú, país donde se siente torero, admirado y querido. Alrededor de 20 actuaciones cada temporada le han hecho crecer profesionalmente y encontrar un punto de madurez que quizá antes no tenía. «La dificultad de aquellas ganaderías ha hecho que gane muchos enteros en oficio. Me encuentro mejor que nunca y ojalá los triunfos de Perú tuviesen repercusión en España».

Paco Ramos viaja mañana lunes de nuevo rumbo a Perú. Once horas de vuelo en los que una y otra vez se cuestiona si vale la pena tanta lucha. A pesar de algunas dudas, su objetivo es muy claro: «Soy y me siento torero y agotaré todos mis esfuerzos por conseguir lo que quiero».

«Mientras el alma me pida torear, seguiré luchando». Son palabras sinceras y duras de Abel Valls, recordando aquella canción de Camarón en la que dice «viviré mientras el alma me suene». El año que viene cumplirá una década como matador de toros y sigue sin tirar la toalla porque cree que el toro pone a cada uno en su sitio y que a él aún no le ha llegado esa gran oportunidad que todos los toreros tienen, al menos, una vez en su vida. «Me veo capacitado y es lo que quiero, llegar a ser figura del toreo. Entreno todos los días como si fuese a matar 30 corridas y no es fácil, porque tengo que compaginarlo con el trabajo. Sueño y vivo para el toro, por eso los entrenamientos son duros. Los hago con la ilusión de vestirme de luces, es lo que me gusta y lo hago con pasión y felicidad».

Y es que lo verdaderamente duro es estar preparado y que no lleguen los contratos. «No saber cuándo vas a torear se hace cuesta arriba. Pero vale la pena, claro que sí. Cuando llegan tardes de triunfo en las que sales a hombros y se ve la recompensa a todo ese esfuerzo, ves que ha valido la pena y eso te llena de moral para seguir luchando», expone un sincero Abel Valls quien en su mente está poder hacer el paseíllo de nuevo en su tierra, Castellón. «Creo que ya nos toca tanto a Paco como a mí. Es mi sueño, triunfar en mi plaza y así poder confirmar la alternativa en Las Ventas de Madrid, que es otra asignatura pendiente», señala.

Son conscientes de la dureza de esta profesión, solo al alcance de muy pocos elegidos, pero en sus ojos sigue brillando esa ilusión de una tarde de gloria, del público puesto en pie disfrutando con su arte. No les importa jugarse la vida si en ese camino encuentran su razón de ser. Sobre ambos está muy presente el recuerdo de Octavio Chacón, el torero revelación del momento que como ellos ha sufrido la dureza del ostracismo durante 14 años, pero su perseverancia ha terminado encontrando sus frutos. Mientras, Paco Ramos y Abel Valls siguen esperando en la estación de los sueños ese tren con destino a las ferias. El billete del esfuerzo lo tienen ambos.