Hace un par de semanas asistí en Valencia a un concierto promovido por la Fundación Columbus, en el que actuó la excepcional y siempre inspirada mezzosoprano María José Montiel, acompañada, con todo lujo y riqueza de matices por el pianista y director Ramón Tébar y el cellista Ángel Luis Quintana.

Precisamente con este último, conversando, al término del recital, de nuestra común amistad con su colega José Enrique Bouché, surgieron comentarios sobre alguna de las piezas que ofreció en solitario y en particular la bellísima Meditación de Thaïs de Massenet, que interpretó sin acompañamiento de piano en una versión tan sugestiva como emocional por la que le felicité. Sonriente aceptó mi enhorabuena y me respondió: «Celebro que te guste, la verdad es que supone un gran riesgo interpretar esa pieza a palo seco».

Muy cierto, porque en la ópera el concertino de violín (instrumento para el que está escrito ese intermezzo, entre los dos cuadros del segundo acto) se ve acompañado por los arcos y singularmente por el arpa en contrapunto; pero el tema viene por la expresión que utilizó Quintana, «a palo seco», que especifica muchas acciones realizadas en solitario, como beber una copa sin comer, o cantar sin acompañamiento.

Ello me hizo rumiar sobre el origen de la expresión, tomada del argot marinero y referida a la navegación con todo el velamen recogido, en días de tormenta o fuerte vendaval. Es decir con el palo mayor desembarazado de todo el trapo. Ya Cristóbal Colón, en su diario de a bordo, hace referencia, en ocasiones, a arrumbar con el árbol seco. Quintana dio una lección de musicalidad «a palo seco».

*Cronista oficial de Castellón