Hace unos días veía en la Plaza Mayor, sentados en uno de los bancos, a unos niños de corta edad, cuidados por sus padres, seguramente, que manejaban con soltura las populares tablets o tabletas (todavía sin inscripción en el Diccionario) con la complacencia de sus progenitores. Monigotes que se movían, brincaban, corrían con vertiginosa velocidad y cantaban y bailaban. Pantallas táctiles, navegación por internet, contenidos multimedia y juegos. (Incluso tablets para invidentes).

Y viendo una de estas situaciones --tres niños afanosamente jugando-- recordé aquellas palabras, convertidas en lema, que la Casa Kodak lanzaba al mercado a finales del XIX: “Usted oprime el botón, nosotros hacemos lo demás”. Pero nuestros niños no solo oprimen el botón, sino que son habilidosos con toda la tecnología que está a su alcance. ¡Qué lejos --aunque también cerca-- queda la Galaxia Guttenberg! Hemos llegado a lo que Horkheimer bautizó como “razón instrumental”, la era de la técnica.

Realmente han sido avances extraordinarios del mundo científico, pero hay una cuestión que, aunque sabida, es prudente repetir: hay que ejercer un control del ser humano sobre la técnica. La técnica es un medio, pero no sé si la educación de sus avances es hoy suficiente. Decía un autor --no recuerdo quién-- que el látigo, en otras épocas, servía lo mismo para conducir el ganado que para castigar a los esclavos. H