Hace justo una semana tuve el honor de asistir a la inauguración en París de las oficinas de Marina d’Or. Políticos, famosos de todas las condiciones y nacionalidades, periodistas, empleados y colaboradores, familiares, pero sobre todo amigos y en fin el «todo París» se dio cita en el acto que fue magnifico.

Fue el punto culminante porque antes y después, a lo largo de toda la semana, cenas y fiestas por un lado y reuniones, trabajo y esfuerzo por otro, convirtieron el Grand Hotel de París y todo el barrio de la Ópera, donde se sitúan las oficinas, en un pedazo de Castellón en París, donde oías español y valenciano por doquier y veías conocidos y más de 2.000 carteles con los colores de una sociedad que también eran los nuestros. Es reconfortante ver como una empresa de la tierra se lanza, tras triunfar en España, a la conquista de Europa. La cuestión está clara: el futuro son los servicios y tenemos la materia prima: sol y playa, pero eso solo no basta. Además hay que aplicar una concepción moderna de la propiedad, de la hostelería y de la acogida, darle a la gente lo que quiere y cubrir sus necesidades.

Marina d’Or predica con el ejemplo, y cuando tiene el producto busca con imaginación y creatividad al cliente. Esos turistas europeos que invaden otras zonas de costa los vamos a ver por aquí, y con ellos la riqueza que generan. Otros muchos países están en el punto de mira. Se está en el camino que unos pocos aventureros iniciaron y que debe seguir cualquier empresario que quiera crecer. El trabajo y la generosidad de una empresa se tiene que ver recompensado con el éxito que le deseamos de todo corazón.

*Notario