El otro día, escuchando el tango de Menegilda de la zarzuela de Chueca «La Gran Vía», en el que la fámula susodicha dice con lenguaje postinero y castizo: «Pero al darme el señorito la cartilla y el parné....», me llamó la atención esta última palabra que procede del caló y que hace referencia al dinero. Y es que este vocablo es uno de los que más sinónimos peculiares tiene en la lengua castellana. Sirvan de ejemplo: pisto, pecunio, lana, tela, pasta, pavos, guita, lucas, perras… y un largo etcétera.

La primera también procede del lenguaje privativo de los cañís. Pecunio viene del latín pecus y hace referencia al ganado que servía como moneda de trueque, cuando no había numerario. La misma condición tiene lana o tela, como unidad de pago. Pasta se refiere a la colada de oro, plata o cobre, antes de ser troquelada. Pavos está directamente relacionado con duro, que era el valor en el mercado de este animal. El peso fuerte o peso duro equivalía a 20 reales. La guita es una metonimia de la cuerdecita de seda trenzada con que se ataba la bolsa en la que se guardaban los dineros. Lucas es una abreviatura de las pelucas que cubrían la cabeza de los primeros Borbones, cuya efigie aparecía sellada en las monedas. Las perras hacen referencia a los leones, que muchos confundían con un perro, estampados en tiempos alfonsinos en la calderilla de diez céntimos, así llamada porque se acuñaba en cobre, el mismo material con que se moldeaban los calderos.

*Cronista oficial de Castelló