Me gusta leer por la noche porque es cuando de más paz puedo disfrutar, sin requerimientos familiares, telefónicos, o trabajo acumulado. Por otra parte la lectura satisface mi ánimo y me permite dormir con toda placidez. Pero la otra noche, no sé por qué mal hado, vino a turbar mi pensamiento la compleja y nada grata situación política de nuestro país… La cuestión es que me desvelé, no pude conciliar el sueño y me pasé casi toda la noche «en blanco».

En el amplio periodo medieval, los novicios que iban a ser armados caballeros debían estar toda la noche anterior al espaldarazo, en una iglesia velando sus armas, orando y meditando sobre el compromiso, de por vida, que iban a contraer. Su indumentaria se limitaba a una túnica de color blanco como símbolo de la pureza e integridad que debía imperar en el alma del gentilhombre, quien al día siguiente ceñiría sobre su cuerpo toda la ferretería militar. Pues bien, la adición del color del atavío y la vela permanente, acuñaron la frase hecha de «pasar la noche en blanco». Ahora pienso que aquellos que, siglos atrás, cumplían tal ceremonial eran muy afortunados. Pasar la noche en blanco, como preludio a ser nombrado caballero, era un privilegio, pasarla en nuestros días, como mínimo, una preocupación. Ya lo decía Cicerón en su primera catilinaria: «O tempora, o mores».

*Cronista oficial de Castellón