Estos días, las calles ofrecen un panorama diferente, sobre todo por las mañanas: niños y niñas con pesadas mochilas, medio dormidos. Es la hora del colegio y la vuelta de vacaciones. Van a aprender, un privilegio otorgado a quienes viven en países civilizados y negado a muchísimos otros.

En su amplio currículo de materias, una parece un factor esencial para la realización personal del individuo y el desarrollo armónico de la sociedad: la educación para la paz, materia transversal imprescindible para la formación humana.

Puede ser, como decía Benjamin Franklin, la vacuna contra la violencia. Es muy probable que, tras el estudio de numerosas materias uno jamás las recuerde o se encuentre con ellas en su vida, pero sí es cierto que no le ocurrirá lo mismo con la violencia y la paz. A cada paso se encontrará con una, otra o ambas. De ahí su importancia.

La joven Malala Yousufzai, premio Nobel de la Paz (2014), decía con su natural encanto que la mejor manera de luchar contra el terrorismo es muy sencilla: educar a la próxima generación. Yo añadiría, y a la presente… si nos da tiempo.

La paz es un valor universalmente reconocido… aunque tampoco por todos. Hemos de trabajar por ella e inculcarla en los escolares, que algún día serán adultos; meterla en sus mochilas. La paz se aprende: eduquemos para ella.

*Profesor