Al igual que el resto de construcciones similares diseminadas por toda la costa de Castellón, la caseta de carabineros de la playa del Pebret, en Peñíscola, estaba llamada a ser objeto de demolición por ruina, víctima de su falta de uso y del olvido. Pero una especie de milagro patrimonial --financiado por la Generalitat, el Gobierno central y los Ayuntamientos de Benicarló y Peñíscola-- ha hecho posible que la construcción haya sido restaurada, permitiendo que siga vigilando la privilegiada costa de la Serra d’Irta. La reciente jornada de puertas abiertas al recuperado espacio ha posibilitado recordar el uso que tuvo este edificio, donde vivían los guardias dedicados a controlar el contrabando y prevenir las amenazas que podían venir desde el mar. La nueva etapa estará dedicada un centro de interpretación del parque natural, con una zona para el encuentro de asociaciones.

Son muchos los que han agradecido la rehabilitación del inmueble, que dejó de prestar actividad hace casi medio siglo. Posiblemente, el más emocionado sea Ramón Fernández, que llegó a Peñíscola en la década de los 40 y que, posteriormente, se quedó a vivir en este municipio. «La obra me hace recordar el día que vine por primera vez aquí, a servir a la patria», dijo. Si, en la actualidad, este espacio de costa conserva buena parte de su apariencia virgen y aislada, mucho más se apreciaba por parte de los guardias que allí residían.

Lorenzo Medina tuvo una estancia corta, en los últimos años de la caseta, antes de que la Guardia Civil uniera todos sus efectivos en el casco urbano de la ciudad. «Por aquí pasaba muy poca gente, con carros, estábamos muy solitarios y para ir y volver a la población había que dedicarle unas cuantas horas». La tracción animal era la encargada de proveer de alimentos a los guardias, sin disponer de electricidad.

Un plan de 14 años

Si las condiciones en el cuartel casi se pueden calificar como de heroicas, las circunstancias que han rodeado esta recuperación no se quedan cortas. Fue en verano del 2002 cuando Mediterráneo informaba del objetivo del entonces director del recién estrenado parque natural de Irta, Constantino Simó, de rehabilitar el edificio. Una pretensión que ha ido dando numerosas vueltas, hasta que el plan de competitividad turístico conjunto de Benicarló y Peñíscola dio el visto bueno a la inversión.

Al reto de la consecución del dinero se unen las enormes complicaciones derivadas de lograr la cesión del uso por parte del Estado y reunir las autorizaciones. Con los plazos del plan turístico a punto de extinguirse, los dos consistorios implicados lograron sacar adelante la obra en un periodo de seis meses. La buena voluntad de las administraciones ha resultado clave.

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