Su privilegiada posición permite divisar unas espectaculares vistas de la costa de Peñíscola, mientras sus piedras guardan más de siete siglos de historia, en los que han ocurrido guerras, cambios en el orden político mundial, y hasta la presencia de un papa. Acudir unos días de vacaciones a esta localidad turística y no recorrer el castillo resulta inconcebible, y así parecen confirmarlo los datos de visitantes aportados desde la Diputación de Castellón, el organismo que gestiona las instalaciones.

Desde el arranque del presente año y hasta el domingo pasado se han contabilizado un total de 223.624 visitas, casi mil cada día --936--, lo que supone un 8% más con respecto al mismo periodo del ejercicio anterior, con unas 205.000 entradas. En lo referente a los resultados económicos, la administración provincial menciona que se llevan recaudados más de 800.000 euros. De seguir así las cosas, se espera que antes del 31 de diciembre se superen los 300.000 visitantes, cifra que se rozó en el 2016. Para el vicepresidente de Turismo de la Diputación, Andrés Martínez, este enclave patrimonial «es el mejor escaparate cultural que tiene Castellón para atraer grandes masas», para añadir que se trata de «un orgullo para todos y todas».

El récord histórico de asistencia se alcanzó en el 2000, con una marca de 318.769. A partir de ese momento, la tendencia fue a la baja, debido a factores como la falta de renovación del discurso expositivo o la crisis económica. En el 2012 se tocó fondo, con 222.114, menos de los que ahora han recorrido sus rincones en los primeros ocho meses del 2017. Para revertir el declive, se planteó un plan director, elaborado por la arquitecta Pepa Balaguer, que ya supuesto la renovación de varias salas.

Dependencias papales

Tras dos años de obras, en enero se presentó el proyecto museográfico de la planta baja y dependencias papales, que además de recuperar el espacio arquitectónico en su totalidad, detalla con paneles, maquetas, objetos y proyecciones de vídeo la evolución del castillo a lo largo de los siglos. Además, desde junio se cuenta con el edificio del faro como punto de venta de entradas. A todo ello, se suman servicios como las visitas guiadas y citas culturales, que siguen haciendo de este rincón del Mediterráneo un espacio de referencia.

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