Me encantan los perros. He tenido desde pequeño, en casa de mis padres y luego en la mía. Los hemos cuidado y querido muchísimo. Cada fallecimiento constituyó un drama familiar. Pero en este tema algo está fallando y mucho. La primera megabarbaridad son las peleas de perros, que además de prohibidas, deberían estar mucho más penalizadas. Es inconcebible que algunos degenerados disfruten apostando viendo cómo se matan los perros. Y eso lleva a la moda de los perros agresivos y peligrosos, algunos con cruces hechos con la finalidad de hacerlos peores. Produce la aberrante mutación de que el mejor amigo del hombre se convierta en su peor enemigo. Probablemente habría que prohibirlos. Si no llegamos ahí, los dueños deberían tener un permiso expreso, como el permiso de armas, porque son armas mortales. Y tener clara la responsabilidad en la que incurren por los actos de los animales, que debería ser penal si sus ataques se producen en vía pública.

Que vayas paseando y te ataque un perro de este tipo es inaceptable y no es solo un susto. En el mejor de los casos te destrozan la ropa y te llevas algún mordisco, en el peor te hieren gravemente o te matan, lo que ocurre con demasiada frecuencia, y normalmente con niños, ancianos o mujeres. En muchos casos queda impune porque no se localiza al perro o a su amo. Ya es hora de enfrentarse al problema, de exigir el cumplimiento tajante de la normativa que lo regula, ampliarla con tipos penales específicos, acabar con perros peligrosos sueltos, sin bozal, ni chips identificativos que pueden matar y matan.

*Notario