Todos los años cuando se acerca mediados de agosto se vuelve a hablar de ellas. Puntuales como un reloj, la lluvia de estrellas fugaces perseidas hace las delicias de las noches de verano, cuando el calor aún está presente y apetece pasar unas horas nocturnas al raso, bajo las estrellas. Para observar este fenómeno astronómico, conocido desde la antigüedad, no se precisan más que nuestros ojos, tumbarse cómodamente a contemplar el cielo lo más lejos posible de luces urbanas y paciencia, que siempre puede ir acompañada de una interesante charla sobre de dónde venimos y a dónde vamos como especie, motivada por nuestra sensación de pequeñez cuando contemplamos absortos la belleza y aparente inmutabilidad del cielo estrellado.

Cuando nos encontramos en estas circunstancias, y nuestros ojos se acostumbran a la oscuridad intentando contemplar la mayor parte del cielo posible, observaremos intermitentemente una rápida, ocasionalmente larga y brillante --mayormente de color naranja-- estela de luz. ¡La has visto! ¿Has pedido un deseo?, ¡no digas cuál es, si no, no se cumple!

Pues bien, este fin de semana podemos atiborrarnos a pedir deseos, porque la lluvia de las perseidas presentará esta noche, y posiblemente mañana por la noche, unas condiciones de observación excelentes. La ausencia de luna, y que --para nuestras comarcas-- el máximo de la lluvia sucede con el radiante de la lluvia alto en el horizonte entrada la noche, puede provocar que sea la mejor observación del fenómeno astronómico, al menos casi en la última década. En este momento podemos llegar a contemplar más de 100 meteoros a la hora si nos situamos en un lugar oscuro y tenemos toda la bóveda estrellada a la vista. Sin duda está siendo uno de los mejores veranos para conseguir vivir bajo las estrellas de los últimos años.

Esta lluvia de estrellas, como otras menos populares que se producen a lo largo del año, se debe a que la Tierra, en su órbita anual alrededor del sol, se cruza periódicamente con tubos espaciales de pequeñas partículas de polvo y hielo procedentes de restos de cometas y asteroides. Al penetrar en la alta atmósfera a velocidades realmente altas, estas partículas habitualmente de tamaño milimétrico, provocan un destello de luz por la fricción con los gases de la atmósfera, alcanzando incluso unos pocos miles de grados durante un breve espacio de tiempo y provocando que la partícula se sublime o convierta en gas.

Solo si la partícula es de un tamaño mayor, puede llegar a tocar suelo y convertirse en lo que conocemos como meteorito, pero normalmente las partículas que forman las lluvias de estrellas anuales no suelen tener el tamaño suficiente para ello, todo lo más como pequeñas canicas que nos ofrezcan algún bólido excepcionalmente brillante y de estela persistente.

La historia del fenómeno

Las perseidas están asociadas a los restos del cometa Swift-Tuttle que fue descubierto en 1862, si bien son conocidas desde la antigüedad. Fue el astrónomo Schiaparelli quien vinculó este cometa a la tradicionalmente conocida lluvia de estrellas de agosto, siendo la primera lluvia en la historia de la astronomía en vincularse a la órbita de un cometa. La constelación de Perseo es de donde se sitúa el punto desde el cual imaginariamente parecen confluir todos los trazos, conocido como radiante de la lluvia, y que fue localizado en el año 1835 por Quéletet y Herrick. El cometa, con un periodo de 135 años, provocó en su vuelta de 1992 una lluvia que superó entonces los 400 meteoros a la hora.

Se conocen como Lágrimas de San Lorenzo, porque antiguamente el máximo de la lluvia coincidía con la festividad del santo martirizado en la hoguera, y cuya lágrimas de dolor fueron situadas en el cielo en la tradición cristiana. Sin embargo, actualmente, debido a la precesión de los equinoccios el periodo máximo de la lluvia se produce la noche del 11 al 12 ó del 12 al 13 de agosto. ¡A disfrutarlo!

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