Hace un par de semanas (por el paréntesis de las fiestas de la Magdalena) acababa mi comentario de esta columna señalando que el popular Benito el de la purga, «se las piró de la farmacia» a toda prisa porque ya notaba retortijones de vientre con el colagogo que le acababan de expedir. Alguno de mis lectores, me pregunta por el origen de esa palabra tan castiza, hoy casi en desuso, de «pirárselas», que es tan consistente de contenido semántico que está aceptada por el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.

La locución está tomada del vocabulario caló que hablan los gitanos y que también aparece en uso por la germanía, que era la jerga habitual de los facinerosos. Su significado es el de marcharse, irse, huir, largarse... y un sinfín más de sinónimos.

Y es que el caló, calé, o romaní --que por cierto no está protegido por el Estado español originando un flagrante agravio que debería corregirse, ya que es una lengua viva y paisana-- ha aportado una gran cantidad de palabras al castellano de las cuales se me ocurre citar algunas como chola (cabeza), curro (trabajo), molar (gustar), parné (dinero), chungo (difícil), camelar (seducir) y otras menos habituales pero que sí están en textos literarios y aún en zarzuelas (pienso en el garrotín de La del manojo de rosas) como gachí (mujer), chanelar (saber), galochí (corazón), pinrel (pie), sacais (ojos), canguelo (miedo), chipén (extraordinario) e... Insisto, hay que cuidar ese vocabulario. Todo el saber enriquece.

*Cronista oficial de Castellón