Una inoportuna indisposición me impidió asistir, como era mi más ferviente deseo, al concierto homenaje dedicado a Manolo Babiloni, con motivo de la rotulación a su nombre de la sala de cámara del Auditori de Castellón y del amplio parque que lo rodea. Si no físicamente, he allí estuve uniendo mi espíritu y mi afecto, al de las muchas personas que recuerdan al inolvidable guitarrista castellonense, cuya memoria se perpetúa en el gran santuario de la música local, para recuerdo de los presentes e ilustración de las generaciones futuras.

La dedicación de calles, plazas, edificios, y espacios de toda índole, a personas de relevante mérito, tiene el propósito de la conmemoración de su nombre y sus hechos como testimonio imperecedero. Las placas dedicadas a Manolo Babiloni, nos hablan y hablarán a nuestros descendientes, de un arte inspirado, creativo y emocional como intérprete; de un temperamento estudioso, abnegado y especialmente enamorado de su labor de concertista; de una humanidad sensible, afectuosa y expansiva en su relación individual y en su menester docente. Pero tal vez si en ese propósito de evocación perdurable, tuviera que elegir una entre sus muchas virtudes (tarea nada fácil) me quedaría con su generosidad, casi como sinónimo de amor, en una perpetua entrega a los demás como músico y como persona.

*Cronista oficial de Castellón