Estos días hemos asistido a un drama sin parangón. Miles de toneladas de clementinas se han quedado en los árboles, sin recoger, porque su precio está por los suelos. Y porque nuestros representantes públicos en Bruselas no han querido defender algo tan nuestro frente a las importaciones de cítricos baratos procedentes de África.

ESTOS DÍAS hemos visto alcaldes y concejales dando la cara ante sus vecinos, sin poder hacer gran cosa por ellos. Hemos visto agricultores llorando mientras dejaban caer al suelo de calles y plazas el fruto de su trabajo. Hemos visto esto y hemos llorado con ellos. Porque no hay derecho. No es admisible que el trabajo de todo un año no sirva para nada. No hay derecho a que la mejor mandarina del mundo no halle salida comercial. No hay derecho. ¡Joder, es que no lo hay!

Ya sé que la globalización impone sacrificios y tal y tal. Ya sé que los mercados imponen su ley y tal y tal. Ya sé lo que sé. Y lo que ustedes saben. Lo que no sé es qué narices hacen nuestros políticos en Madrid y Bruselas. No sé a qué dedican su tiempo. Tal vez no tengan horas suficientes al día para que acaben toda su tarea, pero... ¿Qué quieren que les diga?

ME PARECE QUE que podrían haber hecho mucho más por sus votantes, por sus vecinos y por sus hermanos.

*Escritor