Hace bastantes años emitían la serie Los ricos también lloran. Su objetivo era convencernos de lo mal que lo pasan los ricos, lo desgraciados que son. No por pasar hambre ni frío, sino porque dentro de sus palacios y coches de lujo tenían problemas de envidias, celos, camas ajenas, herencias... No terminaba de convencernos, pero la gente se distraía viendo que aquello con lo que soñaban derivaba en un infierno parecido al suyo.

Este recuerdo viene a cuento porque en el programa de los partidos de derecha, incluso los de extrema derecha, aparece con mayúsculas la reducción de impuestos para los más ricos. Sus supuestos economistas y sus bien pagados periodistas vociferan que, si los ricos cada vez son más ricos, el vaso desbordará y podremos recoger las gotas que sobran. Saben, pero no dicen, que el egoísmo humano es infinito. Como ya predicaba Jesús: a todo el que tiene se le dará y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitará.

Miren su nómina, si tienen la suerte de tener una, comprueben cuánto pagan de impuestos si son autónomos o pequeños y medianos empresarios y, después, compárenla con lo que pagan empresas cotizadas, grandes fortunas fondos de inversión, etc. Si tienen tiempo, averigüen incluso qué son las sociedades de inversión de capital variable. Verán cómo disfrutan cuando vayan a votar.

*Catedrático de Ética