Esta tarde está anunciada en nuestra capital una mesa redonda por parte de El Teléfono de la Esperanza bajo el título de Escuchar al que nadie escucha, esto es, la pobreza, los pobres, aquellos a quienes todos los días vemos por nuestras calles esperando lo inesperado y que, sin quererlo, son objeto del vocablo que recientemente ha incorporado la Real Academia por iniciativa de la filósofa valenciana Adela Cortina: la aporofobia, el rechazo y el desprecio hacia los pobres. ¡Como si no tuvieran bastante con su situación! Son, según las estadísticas, más de 1.400 millones las personas que sufren de pobreza extrema, la máxima, en el mundo.

Pero hay muchos tipos de pobreza y en todas ellas subyace una razón fundamental: la pobreza es un fracaso social. Si, como dicen los entendidos, la pobreza es objetivamente evitable, ¿por qué no se erradica? ¿Es posible un mundo sin pobres? Hay una pobreza urbana, rural, infantil, material… pero, sobre todo, social, de la sociedad que la alberga. Y, aparte del olor aporofóbico que de ella se desprende, hay una deficiencia de educación: es necesario educar para la solidaridad, educar para el conocimiento con el fin de progresar y salir de la pobreza.

Cada 17 de octubre se celebra el Día Internacional de la Erradicación de la Pobreza, pero, a pesar de esta iniciativa, las cifras son escalofriantes y exigen una seria reflexión.

*Profesor