El pasado lunes 16 de mayo, en la página que cierra el periódico, que en el argot de la profesión periodística se denomina contra, aparecía una estupenda entrevista realizada por Cristina García al ilustre químico castellonense Avelino Corma, con motivo de que la Royal Society of Chemistry (RSC) del Reino Unido le haya otorgado el Premio (por cuya concesión me apresuro a felicitarle) Spiers Memorial 2016.

Leer, en el citado coloquio, las opiniones que el científico de Moncofa tiene sobre la Universitat Jaume I me produjo honda satisfacción. Esa universidad que, como tal tiene 25 años, (a los que habría que añadirle los 17 del prehistórico CUC) en su juventud ha alcanzado un sobresaliente nivel que hoy reconocen propios y extraños. Para quienes, como el que esto firma, nos consideramos gestores iniciales del aventurado proyecto de dotar a Castellón de un colegio universitario, contemplar hoy la fortaleza y el vigor de aquel retoño que nació débil y desnutrido hace más de 40 años, es tan emotivo como contemplar la promoción de los vástagos por cuyas venas corre la sangre de uno.

Ante el rector y buen amigo Paco Toledo que honró con su presencia (entre otras autoridades) mi toma de posesión como cronista oficial de Castellón, dije que Castellón sería lo que fuera su universidad. Y así ha sido, hoy me place saber que científicos como Avelino Corma la consideran volcada en la sociedad castellonense que recibe la aportación “con implicaciones en el sector productivo” de buena parte de los logros “que han alcanzado un gran reconocimiento internacional”. H