Los grandes avances suelen tener inicios que, a primera vista, podrían carecer de trascendencia. Porque a buen seguro, cuando Ernesto Segarra regaló a su mujer el primer par de zapatos «con corte de piel de gamuza y piso todavía de yute» que se había confeccionado en la fábrica --según los archivos de Segarra--, poco podría sospechar que marcarían un antes y un después en el futuro de la Vall d’Uixó, un pequeño pueblo, por aquel entonces, conocido ya por la manufactura de calzado a base de esparto.

Mucho se ha dicho y escrito sobre los Segarra, pero más allá de interpretaciones y valoraciones, lo que parece indiscutible es que la ciudad que es la Vall hoy en día no se entendería sin su apuesta por un desarrollo industrial basado en la elaboración de calzado.

La transformación se rubricó un mes de octubre del año 1919. Los hermanos responsables de la gestión de la empresa familiar, fundada por Silvestre Segarra Bonig, que ya prosperaban gracias a la confección del calzado de esparto que utilizaban los soldados de la época, no eran ajenos a los avances del sector y asumieron el reto de abordar lo que, bien pensado, sería el I+D+i del momento: aprovechar las nuevas tecnologías a su alcance y lograr adaptar su fábrica a la producción de zapatos.

Fue en mayo de 1918, como la propia familia dejó constancia, cuando adquirieron «las primeras máquinas destinadas a fabricar calzado playero con corte de lona piqué y piso de yute», para cuya puesta en marcha contrataron los servicios de un técnico de la United Machinery Shoe Company. Este avance no solo posibilitó la evolución de la empresa, también «trajo consigo la instalación del primer motor eléctrico» en la población, que según recuerdan «acarreó bastantes problemas para su puesta en marcha a causa de los naturales desconocimientos que en aquellas fechas se tenían sobre la materia».

Y ya no hubo vuelta atrás. Desde aquel primer par que ayudó a confeccionar el tío Pedro El Sabater, que «trabajaba en la sección manual de calzado playero», vinieron decenas, cientos y miles. Apenas tres años después --en julio de 1922--, se inauguró la fábrica de El Plà --junto a la residencia de los Segarra, en la plaza del Ángel, en la zona de la Cova Santa-- donde «llegamos a producir 3.000 pares diarios entre calzado militar y civil de 18 pesetas, más otros 3.000 pares de vulcanizado».

Sería interesante conocer qué opinaría de estos hitos históricos un alpargatero llamado Juan Diago, que llegó al valle en octubre de 1609 para instalarse entre la Alcudia y Benigafull...