Un informe publicado por McKinsey Global Institute cifra el endeudamiento global en cerca de 200 billones de dólares, lo que supone el 286% del PIB mundial. Se trata de una cifra récord referida al año 2014 y en la que se incluye tanto la deuda pública como la de las familias y las empresas privadas.

Este nivel de endeudamiento supone un grave problema que limita las posibilidades de crecimiento futuro de la economía mundial por dos razones: por una parte los agentes económicos destinan una parte de su presupuesto a la devolución de los intereses generados; y por otra, los estados muy endeudados tienden a captar recursos del sector privado y del ahorro para refinanciar su deuda. El resultado de ambas no es otro que la menor dedicación de recursos a inversiones impulsoras del crecimiento. La situación es aún más compleja, ya que el crecimiento que estamos limitando y que queremos generar en cierto modo ya lo hemos descontado al presente, puesto que endeudarse es traer al momento actual recursos generados por un crecimiento futuro a un coste determinado que son los intereses.

El problema es todavía más acusado en el caso de la economía de la Unión Europea.

Es esta una de las principales razones por las que las políticas expansivas de Mario Draghi no están teniendo el efecto deseado sobre el crecimiento económico: son necesarias pero en la coyuntura actual no son suficientes.

Ante este escenario nada halagüeño son varias las voces de expertos que apuestan por un “default poliédrico” controlado, negociado y racional sobre todo de deuda pública, que es la que mayor incremento ha sufrido con la crisis. H