El acoso o abuso sexual es absolutamente inaceptable y debe ser sancionado con la aplicación rigurosa de la ley. La situación se produce por cualquier comportamiento verbal, no verbal o físico no deseado, de índole sexual con el propósito de atentar contra la dignidad de una persona obteniendo favores sexuales. Se le intimida o se le prometen cosas para que ceda. Es hostil, degradante, humillante y ofensivo. Y afecta a todos los sexos, pero mayormente a las mujeres. Suele ocurrir en el mundo laboral, en las relaciones de subordinación, donde se amenaza con despidos o se premia con ascensos. Está penado en la mayoría de los países.

Frente al acoso no hay que dejarse intimidar, mantenerse firme en la negativa, no dar el mínimo pie y denunciar lo antes posible, mejor que años después. Pero que sea verdad, porque aprovecharlo para dañar a otro impunemente es todavía peor, con ese vil comportamiento se perjudica al inocente implicado y a todos los que lo sufren de verdad, que ven cómo pierden credibilidad. Y el colmo es denunciar que se ha sufrido de otros y hacerlo uno mismo. Parece ser que es el chocante caso de Asia Argento, una de las creadoras del movimiento #MeToo, cuya indignación por su mala experiencia no le impedía abusar de un menor de edad.

Queda bien sumarse a lo políticamente correcto, a la moda y más, si es justa como en este supuesto. Pero no, ser un hipócrita, ejercer el comportamiento que se denuncia y algún caso habrá que en lugar de recibir abusos, se hayan provocado para subir escalones. Acoso no, aprovechados tampoco.

*Notario