Me satisface especialmente que mis hijos estén en casa, singularmente mi hija Helena, que como vive en Elche la veo poco. Por eso me llenan de felicidad sus visitas. La tuvimos con nosotros el pasado fin de semana y, lamentablemente, tuvo una fuerte jaqueca y me pidió un analgésico. Soy bastante incondicional del Xumadol, que para mí es enormemente eficaz. Al cuarto de hora, la criatura se quejaba de que no le había hecho efecto. «Hija —le contesté—, no va a ser la purga de Benito».

Extrañada por mi frase, me preguntó qué era eso de «la purga de Benito» y quién era el personaje. A la segunda pregunta no le pude responder, pero debería ser un madrileño castizo de la época de los sainetes de los Arniches, de Burgos, de la Vega, los Quintero…, muchos de ellos de tanta popularidad, que sus autores fueron letristas de zarzuelas. El sainete no hacía sino poner en clave de humor el género costumbrista.

Pues bien, este conocido Benito fue a la farmacia (que bien podría ser la del Don Hilarión de La verbena de la Paloma) para que le expidieran un purgante que le había recetado el médico para el estreñimiento. Aún no lo tenía en sus manos y ya empezó a sentir fuertes retortijones, que presagiaban una inmediata evacuación por lo cual se las piró a toda velocidad a descomer, olvidándose de pagar.

¡Ah!, a mi hija se le pasó el dolor a la media hora.

*Cronista oficial de Castellón