Nuestro diccionario recoge la palabra diálogo para referirse a la discusión o trato en busca de avenencia. Solo se dialoga si hay voluntad de encontrar una solución común, de llegar a un acuerdo. Por supuesto, no hay diálogo posible cuando no reconocemos al otro como interlocutor válido, fijando líneas rojas o amenazando con la fuerza. Acto seguido, se recoge la expresión diálogo de besugos para referirse a una conversación sin lógica, donde cada uno va a lo suyo sin escuchar al interlocutor. Torpes y necios, mera estupidez.

Este diálogo que dicen anhelar no busca convencer desde las razones, ni busca una solución igualmente buena para todos.

Parece un teatro, una cortina de humo para ocultar tanta falta de equidad, removiendo banderas para ganar tiempo y votos hasta recuperar mayorías. ¿Creen que con himnos vamos a responder a los cuatro millones de parados, a jóvenes sin futuro, a la destrucción de la sanidad pública? ¿Cuánto tiempo hace que no se habla en medios de estos temas, de precariedad y explotación laboral? ¿Y del aumento de pobreza y desigualdad en toda España, incluida Cataluña? Bienvenida sea una reforma constitucional mientras no olvide que la simetría y reconocer la igualdad de personas y pueblos es la base de la convivencia. Sin reciprocidad no hay justicia. Un diálogo honesto no puede olvidar a quienes han de sufrir las consecuencias.

*Catedrático de Ética de la UJI