Hermanos: algo está pasando en el mundo y no acierto a encontrar el denominador común. En la democrática Hong Kong la gente se ha echado a la calle pidiendo libertad a la totalitaria China. En Bolivia manifestaciones brutales que han logrado quitar del gobierno a Evo Morales y han dejado un vacío de poder. En Chile están forzando desde la calle que se cambie la constitución de Pinochet. Nuestros vecinos, los franceses, se han puesto los chalecos amarillos y se han echado al monte (más bien a la calle). Nosotros tenemos a poco menos de la mitad de los hermanos catalanes cabreados y un porcentaje de estos montando barricadas.

Si fueran países árabes podríamos decir que estamos ante la segunda Primavera Árabe. Pero no. Son democráticos y en cada uno de ellos la razón de fondo es distinta: impedir que China controle a los ciudadanos cibernéticamente, que el tal Morales manipule las elecciones, que en Chile tengan una constitución no heredada de los asesinos o que se reclame la independencia. Nada que nos haga pensar que sean movimientos semejantes o antidemocráticos.

Pero, si a los dirigentes chinos se les hinchan las narices, se van a enterar los hongkongeses de lo que vale un peine. A los bolivianos les falta un tanto así para que les salga un salvapatrias. A los chilenos para que les salga un pibe Bolsonaro que «ponga orden». Y a los franceses y a los españoles ya estamos viendo que el virus de la ultraderecha está cogiendo fuerza.

Bien pensado sí que podríamos tener algo en común: que el resultado final sea menos democracia para todos.

*Urbanista