El ya presidente del Gobierno, tras 6 intentos de investidura, decía en septiembre: «No dormiría por la noche junto con el 95% de los ciudadanos de este país si liderase un gobierno con ministros de Podemos». Puede que el 95% de los españoles no duerma tranquilo, pero yo creo que él sí duerme bien, porque es un ejemplo de decir una cosa y la contraria, y hacer algo diferente; todas las mentiras caben para satisfacer su ambición. Lo que le lleva no solo a gobernar con los comunistas, por primera vez desde la república, sino también a apoyarse en independentistas y filoetarras. Gente que lo único que quiere y no lo oculta (ERC: «la gobernabilidad de España me importa un comino») es cargarse España. Separar unilateralmente zonas que siempre han sido parte de nuestra tierra y también acabar con el sistema de Constitución del 78 y el Estado social y democrático de derecho que teníamos.

Es un intento de cambio de régimen en toda regla que se llevará por delante nuestra libertad y economía de libre mercado, la igualdad entre españoles y territorios y la solidaridad. El blanqueo de Bildu, herederos de ETA y de sus 900 muertos, es inaceptable. Pactar con delincuentes condenados como Otegui (10 años) o Junqueras (13 años) es romper cualquier regla democrática. La entrada de comunistas no es progresismo, es ruina; no hay más que mirar a Venezuela, donde tanta intervención han tenido nuestros nuevos ministros. Es increíble que esto venga de la mano de un partido, el PSOE, que se llama español y en el que parece mandar el PSC, y el egocentrismo de un dirigente que puede que sea insomne, o no.

*Notario