Hoy es inevitable hablar de Sant Antoni del Porquet, un santo identificado, entre otras cosas, con el fuego. No sé si sabrá el lector que nuestro santo es abogado contra la enfermedad del herpes zóster, conocida vulgarmente como foc de sant Antoni por la quemazón que provoca en los afectados.

Un camino ígneo recorre esta semana y hasta el mes de febrero los pueblos de las comarcas castellonenses. Hogueras de la más diversa forma y tamaño constituyen el eje más cálido y visible de la festividad. Y ello gracias al empeño de las caballerías, de sus amos, que movilizan los animales de labor, especialmente, para el acarreo de la leña, la participación en las procesiones y en las carreras que deleitan a los asistentes.

Muy joven, Antonio, en el año 250, escuchó una voz que le incitaba a la vida espiritual y ascética. Contaba con 20 años y vivía en su ciudad natal, Coma, cuando decidió vender todos sus bienes, entregarlos a los pobres y emprender el camino del ascetismo en los montes Pispir, junto al mar Rojo. Allí fundó una comunidad de anacoretas.

En la provincia, la devoción al santo es antigua, pues documentos avalan su presencia en el siglo XIV, y la fiesta cuenta hoy con muchos actos cargados de popularidad. Fuego, gastronomía festiva, competiciones, teatro, bendiciones, etc. Una fiesta singular, que merece ser vivida en cualquier población.

*Profesor